Los semáforos capturan información sobre cuántos coches y peatones se están acercando a ellos y, por tanto, a quién le van a dar paso a continuación. Los mismos coches se han convertido en ordenadores conducidos y muy pronto nos van a llevar automáticamente. Un ejemplo muy conocido es el del frigorífico que sabe cuándo se ha acabado la leche y hace él mismo un pedido. En casa podemos pedirle ayuda a Siri, Alexa, Google Assistant y Cortana. Aunque todavía algunos temas de conversación no funcionen perfectamente, los asistentes de voz aprenden deprisa, acumulan experiencia y aprenden con cada pregunta. Sí, aprenden. Aunque eso puede también convertirlos en espías en nuestra propia casa. ¿Qué perfiles se crean con las preguntas? ¿Quién está escuchando?
La IA está ya por todos lados: En la vida laboral, en la vida privada e incluso en la guardería
AIBO, el perro robot de Sony y los productos CogniToy de IBM se están imponiendo en nuestras guarderías, escuchando con atención, aprendiendo y comunicando. La muñeca My Friend Cayla fue retirada del mercado tras las quejas de consumidores horrorizados. La pregunta es: ¿En qué manos acaba la información? ¿Quién la evalúa? Después de que ya ocurriera con los juegos de ordenador y con el ajedrez, un ordenador acaba de vencer al mejor jugador de Go del mundo, un juego de mesa chino extremadamente complicado. ¿Va pronto a convertirse la IA en invencible?
La dieta básica de la IA: El Big Data
Al igual que ocurre con el conocimiento humano, la inteligencia artificial necesita capturar más y más datos para ampliar su base de valores de comparación, que sirven para poder tomar decisiones equilibradas. Los humanos llamamos a esto experiencia, y en el mundo de los ordenadores esto se conoce como Big Data. Las personas aprendemos de los libros, las conferencias, el intercambio de experiencias y experimentando nosotros mismos. Los ordenadores aprenden cuando les suministramos más y más y más datos.
Y además pueden aprender a aprender. Así pueden obtener unos resultados excelentes en el diagnóstico del cáncer, por ejemplo, o pueden ser utilizados para diagnosticar la enfermedad de Alzheimer analizando escáneres cerebrales. En el verano de 2017, investigadores de la Universidad de Bari, en Italia, presentaron un programa capaz de diagnosticar la enfermedad de Alzheimer basándose en la tomografía por resonancia magnética, con una antelación de diez años a la aparición de los primeros síntomas. La inteligencia artificial es el asistente perfecto en la vida y el trabajo cotidianos, un asistente que está continuamente evolucionando.
Entonces, ¿por qué deberíamos preocuparnos?
Precisamente por ese motivo: La IA mejora continuamente. ¿Cuánto tiempo más vamos a ser capaces de controlarla? ¿Y en qué manos el asistente se convierte en un peligro? Si el físico Stephen Hawking, el fundador de Microsoft, Bill Gates y el fundador de Tesla, Elon Musk están de acuerdo en que la humanidad está perdiendo el control a manos de máquinas superinteligentes y que la IA puede causar más daños que beneficios, deberíamos pararnos un momento para pensar a qué nos enfrentamos. No hay área de la vida que quede al margen de ello, y en particular el trabajo diario está sufriendo una revolución.
¿Qué ocurre con los trabajos?
No todo el mundo está tan contento pensando equivocadamente que se encamina a un futuro dorado: “¡Viva, por fin voy a poder dedicarme a cosas que valen la pena!”. Muchos tienen los pies en la tierra y piensan: “Mi trabajo va a desaparecer”. Un ejemplo concreto es Deutsche Bank, que daba empleo a 97.000 personas en todo el mundo en noviembre de 2017. Tras reducir esos puestos de trabajo en 4.000 en los últimos doce meses, John Cryan (CEO) anunció que otros 9.000 empleos desaparecerían a corto plazo, y la mitad de los trabajadores a medio plazo. Su razonamiento fue éste: “Hacemos demasiado trabajo manual, lo cual nos hace susceptibles de cometer errores y ser ineficientes”. Concretamente el machine learning o la inteligencia artificial pueden hacer que la empresa sea mucho más eficiente. Cryan señala que muchos banqueros trabajan como robots y piensa que máquinas cualificadas deben sustituir a empleados cualificados.
Impacto de la inteligencia artificial por sectores
Todo el mundo quiere ser parte de la mayor innovación
Para no perder el paso en el liderazgo digital, los Emiratos Árabes Unidos han creado un Ministerio de Inteligencia Artificial. El presidente ruso Vladimir Putin se dirigió a los estudiantes rusos en un mensaje televisado al comienzo del curso en el otoño de 2017: “La inteligencia artificial es el futuro, no sólo para Rusia, sino para toda la humanidad. Trae consigo tremendas oportunidades, pero también amenazas difíciles de predecir”. Es difícil no estar de acuerdo con ello, pero añadió algo que, dicho por él, sonó amenazador: “Quien sea el líder en este campo gobernará el mundo”. Elon Musk, el presidente de Tesla, estuvo de acuerdo y reaccionó con un tuit en el que afirmaba que la causa más probable del desencadenamiento de la Tercera Guerra Mundial sería la competencia de las naciones por la superioridad en el campo de la IA.
El colega IA en el equipo editorial
El Washington Post es un buen ejemplo de cómo la inteligencia artificial puede ocuparse del trabajo cotidiano de una forma práctica y sin llevarse por delante puestos de trabajo. Durante los Juegos Olímpicos de 2016, y continuando hasta hoy, una IA ayudaba a escribir artículos sobre temas poco relevantes, dejando que los periodistas se concentraran en una mayor calidad de los artículos importantes. El equipo editorial se declaró satisfecho tras un año durante el cual la IA escribió 850 artículos. Si tienes los ordenadores, los datos que el trabajo requiere y supervisas el resultado puedes crear un puesto de trabajo para informar de noticias basadas meramente en contar hechos.
Tarea número uno: Hacerse inmune a los ataques de hackers
El profesor Max Tegmark, del MIT (ver cuadro informativo más abajo), lleva muchos años intensamente implicado en el desarrollo de la IA y lo que puede representar para el futuro de la humanidad. Nos comenta: “Tenemos que ganar la carrera entre el poder creciente de la inteligencia artificial y nuestro conocimiento creciente de cómo manejar la IA. Y no es suficiente con que aprendamos de los errores, porque eso podría tener consecuencias nefastas”. Destaca el caso del intenso trabajo para hacer a los ordenadores lo más inmunes posible a los ataques de los hackers, y hace referencia a los sistemas de distribución eléctrica, las estaciones de suministro y los aviones autónomos. Su credo es: “Tenemos que tener también en cuenta nuestros valores y definir nuestros objetivos, y tenemos que enseñar a la IA a adoptar esos objetivos y mantenerlos, incluso si se hace cada vez más inteligente”. Tegmark no ve sólo los riesgos, sino que se considera a sí mismo optimista: “Este asunto puede traer enormes ventajas. Ya hoy en día hay robots que operan de forma más precisa que las personas, y los sistemas de autoaprendizaje pueden hacer que la medicina y otras tecnologías mejoren más deprisa. Con respecto a los trabajos del futuro, la IA implica generalmente que tenemos que dar a nuestros hijos los consejos correctos: Tienen que elegir carreras que tengan que ver con la creatividad, la improvisación y las personas”.
Max Tegmark
El sueco Max Tegmark es cosmólogo y experto en IA. Trabaja como profesor de física en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, EEUU. Tegmark es cofundador del Instituto para el Futuro de la Vida, que cuenta en su consejo con Stephen Hawking, entre otras figuras conocidas. Su investigación se ocupa de descubrir qué riesgos se asocian con una inteligencia artificial altamente desarrollada. Acaba de publicar su nuevo libro, “Vida 3.0: Ser humano en la era de la inteligencia artificial”.
Las personas aún controlan a los ordenadores, no al revés. Es interesante citar a Yann LeCun, que investiga la IA en Facebook, entrevistado por la revista Popular Science: “De una forma muy limitada, estos sistemas son más inteligentes que las personas, pero su capacidad está restringida a un área definida, tienen una autonomía mínima. No pueden hacer más que llevar a cabo las tareas para las que han sido creadas”.