Consumo de recursos de los centros de datos
Las cifras del Proyecto Shift de Francia sugieren que en 2025 el 8% de la producción mundial de CO₂ procederá de la economía digital. Por muy eficientes que sean, es importante recordar que los centros de datos siguen necesitando grandes cantidades de electricidad y agua para funcionar y, como consecuencia, producen CO₂.
Se calcula que los centros de datos son responsables de hasta el 3% del consumo mundial de electricidad en la actualidad, y se prevé que alcancen el 4% en 2030. La instalación media de un centro de datos a hiperescala (los centros de datos a hiperescala son instalaciones masivas construidas por empresas con grandes necesidades de procesamiento y almacenamiento de datos) consume anualmente entre 20 y 50 MW, en teoría electricidad suficiente para abastecer hasta 37.000 hogares.
Los servidores también generan enormes cantidades de calor residual, por lo que el consumo de agua para refrigeración es otro importante requisito de recursos. Se calcula que los centros de datos a hiperescala consumen 1,7 millones de litros de agua al día (622 millones de litros al año). Esto contrasta con las predicciones de la ONU de que en 2025 el 50% de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua. Aunque el cambio climático y el consumo humano de agua son razones clave para ello, el uso de los centros de datos crea otra presión sobre las reservas.
Debido a la naturaleza esencial de los datos almacenados en un centro de datos, todo debe tener una copia de seguridad con redundancia total en caso de que fallen los servidores primarios. Esto significa servidores de reserva, fuentes de alimentación de reserva y sistemas de refrigeración de reserva. En efecto, se necesita el doble de capacidad en todo momento para garantizar la redundancia.
Con cada vez más empresas demandando servicios en la nube, el número y tamaño de los centros de datos seguirá creciendo. La huella medioambiental de los centros de datos para mantener estos servicios, ahora esenciales, es considerable. Por tanto, es vital que las empresas piensen en su impacto medioambiental y en las soluciones y dispositivos digitales que utilizan durante su transformación digital.
A pesar de ello, hay cifras que demuestran que el paso de los servidores locales a la nube sigue suponiendo un importante ahorro energético y una reducción de las emisiones de CO₂. La computación en nube es capaz de mejorar la eficiencia energética en un 93%, y producir un 98% menos de emisiones de gases de efecto invernadero que la infraestructura informática in situ, según el estudio de colaboración Microsoft-WSP.